¿Por qué nos enfermamos cuando nos mojamos?
Todos hemos visto la típica escena en la que alguien llega a casa después de una intensa y fría lluvia, empapado hasta el tuétano, y cóm...
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Todos hemos visto la típica escena en la que alguien llega a casa después de una intensa y fría lluvia, empapado hasta el tuétano, y cómo una voz decía: cámbiate de ropa o te dará un resfriado.
¿Qué relación hay, entonces, entre estar frío y mojado y agarrar un resfriado? Pues al parecer, ninguna directa, por muy extraño que nos suene.
A pesar de que la palabra “resfriado” ya induce a pesar que la causa es el frío, la palabra fue acuñada en 1537, cuando aún no se habían hecho los estudios que estar frío no reduce necesariamente la inmunidad ante el virus del resfriado.
¿Entonces cómo es posible que intuitivamente sepamos que estar fríos o mojados acaba casi siempre en un resfriado? Se barajan varias hipótesis.
La primera es que, al hacer un tiempo desapacible en el exterior, la gente tiene más probabilidad de pasar más tiempo encerrada en interiores y, por tanto, más próximos a los virus de otras personas. O sea, que nos resfriaríamos precisamente porque estamos en un lugar calentito lleno de gente, el lugar predilecto de los virus.
Otra causa podría deberse a un efecto psicosomático. Nuestro sistema inmunitario, que combate las enfermedades, podría peligrar por el efecto psicosomático derivado de sentirse tan miserable por estar tan frío o mojado. O sea, que si cantáramos bajo la lluvia, sin duda este factor quedaría anulado.
La única posibilidad de una relación más o menos directa entre frío/humedad y resfriado la arroja Ronald Eccles, Director del Common Gold Centre de la Universidad de Cardiff, que ha señalado que encontrarse frío y mojado también podría comportar un estrechamiento de los vasos sanguíneos de la nariz como medio de conservación del calor, cerrando así el paso de sangre cálida que suministra glóbulos blancos para combatir las infecciones. Hay muchas personas que transportan los gérmenes del resfriado, pero el enfriamiento puede hacer que sea más difícil combatir los efectos.
90 voluntarios sumergieron sus pies en agua helada durante 20 minutos. Durante los cinco días siguientes, el grupo que había sumergido los pies en agua helada tuvo el doble de resfriados que un grupo control de 90 voluntarios cuyos pies no habían sido enfriados.
Así pues, no bastaría ni con tener frío o con estar mojado, hay que conseguir las dos cosas simultáneamente.